La "morosa" le saca las perras a Orange.
Utilizando el titular encontrado en
www.laverdad.es (13.04.11)
Estimado Orange,
Disculpe que me dirija a usted en estos términos, pero no sé el nombre de la persona a la que debo dirigir mi escrito.
Cuando fui consciente del problema llamé al número de teléfono que indicaba los folletos y hablé con Carla, quien amablemente me pasó con un chico de acento hispano, llamado Richard que me dijo estar comprobando mi expediente. Como la llamada se cortó durante la espera no sé si logró comprobarlo o no.
Unos días después volvía a llamar al mismo número. No debía de estar Carla, porque me atendió Andrea. Yo siempre pensé que Andrea era nombre de chica, pero tenía voz de chico quien me atendía. No me atreví a aclararlo con él y me quedé con la duda de si se trataba de un tema de hormonas, politonos o identidad sexual. En cualquier caso fue amable, y volvió a comprobar mi expediente sin encontrar, por cierto, ninguna referencia a Richard. Me dijo que debería ponerme en contacto con el Departamento de móviles y amablemente me facilitó el número.
Hice la llamada inmediatamente y, después de un rato de música y “todos nuestros operadores están ocupados, permanezca a la escucha”, me atendió Natalia. Por cierto, que como llamo desde un teléfono móvil pude aprovechar para tender una colada mientras así permanecía; sujetar el teléfono entre hombro y oreja solo me produjo un ligero dolor en el cuello que ya se me ha quitado. Le decía que me atendió Natalia, a quien expliqué nuevamente la incidencia. Intentaba contarle también mi trayectoria de llamadas pero no me dejó. No fue maleducada, pero parecía tener peor carácter que los anteriores. En cualquier caso me pareció eficaz pues me dijo que en cuarenta y ocho horas mi solicitud estaría atendida.
Dos días más tarde todo seguía igual. Esperé un tercero que según mis cuentas, aunque nunca las matemáticas han sido mi fuerte, pasaban de las setenta y dos horas de mi conversación con Natalia. Volví a llamar al Departamento de móviles y pregunté directamente por ella. Imposible localizarla. Para mí que ni la conocían, así que volví a contar mi historia a Alejandro y tuve la paciencia de esperar a que mirara en mi expediente si el tema estaba resuelto o por resolver. No encontró nada, pero me dijo amablemente que me pasaba con el Área de clientes. De nuevo música y espera, y otra vez la misma sintonía de clásico electrónico que no me gusta nada. Me permito sugerirle que varíen la programación de la espera; se hace aburridísimo escuchar la misma pieza siempre. ¿Ha pensado que conectar con KissFM o Cadena Dial, sería más entretenido para sus clientes?
Sigo contándole. En el Área de clientes Juan, que tanto podría ser hispano como andaluz o canario, me informó de que debía, al hacer la primera solicitud de rescisión del contrato, haber remitido copia de la última factura y del contrato original. Me ofrecí a enviárselas ahora pero amablemente, aunque hablando más rápido de lo que yo podía escuchar sin esfuerzo, me indicó que había superado el tiempo permitido para ello y, por lo tanto, tenía la obligación contraída con la empresa de abonar las facturas e iniciar de nuevo el procedimiento mediante una solicitud en forma. Para entonces yo iba tomando nota de lo que me decía y, pese a la velocidad de su verbo, creo estar reproduciendo sus palabras casi al pie de la letra.
No sé si en mi silencio o en mi posterior respuesta debió notar mi enfado. Solo me dio tiempo a decir, después de un suspiro que yo creí de resignación, que preguntaría en la Oficina de consumo. Directamente me pasó con Grandes clientes, y me sorprendí al no volver a escuchar la música entre clásica y metálica a la que ya me estaba acostumbrando. En unos segundos estaba hablando con Andrés Sánchez. Dudé si tutearle, porque era el único con apellido, de todos los trabajadores de la empresa con quienes había hablado hasta el momento. No tuve que contarle mi problema. Creo que tenía delante mi expediente; o a Juan al lado para irle contando. En cualquier caso se ofreció, de inmediato y de motu propio, a enviar a un representante de la compañía para aclarar el tema y hacer cualquier gestión directamente conmigo en mi domicilio.
Dos días después pasó lo que ya sabe. Un asesor comercial llamado Esteban se presentó en mi casa. Parecía agradable y comprensivo, pero llegados al tema del pago de los recibos no fue nada tolerante. Empezó a hablar de números y cláusulas, de las obligaciones contraídas, de facilidades de pago a bajo interés, …
Yo solo quise asustarle un poco para que se marchara y me dejara tiempo para pensar qué hacer. Las perras estaban en el patio. Habían ladrado un poco y no habían salido al campo desde el día anterior. Tan pronto abrí la puerta se echaron sobre Esteban. No son violentas y apenas le mordieron, solo le hicieron algún rasguño y los moratones del golpe de caer. En cuanto yo silbé volvieron al patio y él se marcho corriendo y asustado sin tomar ni siquiera el vaso de agua que le ofrecí para el susto.
Me ha dicho mi abogado que, si pido disculpas, todo este lío terminará pronto. Por eso es que le escribo. Por cierto, ya no quiero reclamar. Pagaré las facturas pendientes como pueda, aunque son malos tiempos para los despilfarros, pero me da igual si no me dan línea nunca ni me envían los regalos que me ofrecían.
Acepte mis disculpas y delas de mi parte a Carla, Richard, Andrea, Natalia, Alejandro, Juan, Andrés Sánchez y a Esteban; especialmente a Esteban por lo de las perras.
Atentamente,
“La Morosa”
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