Blogia
ponteAescribir

Selecciones

"Alucinaciones"

                                       En homenaje a José Hierro, de cuya ausencia hoy hablan los periódicos.

 

Pero se me ha borrado

la historia (la nostalgia)

y no tengo proyectos

para mañana, ni siquiera creo

que exista ese mañana (la esperanza).

Ando por el presente

y no vivo el presente

(la plenitud en el dolor y la alegría).

Parezco un desterrado

que ha olvidado hasta el nombre de su patria,

su situación precisa, los caminos

que conducen a ella.

Perdóname que necesite

averiguar su sitio exacto.

 

Y cuando sepa dónde la perdí,

quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale

tanto como la vida para mí, que es su sentido.

Y entonces, triste, pero firme,

perdóname, te ofreceré una vida

ya sin demonio ni alucinaciones.

 

José Hierro, fragmentos de "Libro de las alucinaciones" 1964

Más lluvia.

                                    Es curioso, no creo en Sanvalentines, pero sí en la lluvia, y hoy me ha caído esta en el correo.

 

"... y me cuesta escribir la palabra amor,

porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa,

y solo el alma sabe dónde las dos se encuentran,

y cuándo,

y cómo, ..."

 

"Lluvia", de Juan Gelman.Beso

Donde el corazón te lleve.

Apareció anoche en un pequeño cuaderno de citas recopiladas

de las lecturas de hace años.

Escogió el momento oportuno.

Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raices es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raices y poca copa a duras penas deja circular su savia. Raices y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas, solo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así, al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.

Y luego, cuando ante ti se abran muchos  caminos y no sepas cual recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar, siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga; aguarda y aguarda más aún.  Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.

Susana Tamaro en "Donde el corazón te lleve".

Antonia.

Debió de escribirlo Rafael Gómez - Pimpollo Serrano antes de ser fusilado en Manzanares. Su hijo y nietos, entre quienes me incluyo, lo redescubrimos y rescatamos del olvido hace unas cuantas navidades. Antonia, que fuera joven esposa y madre, lo había guardado celosamente. Sirva como homenaje a ambos.

"Antonia, nombre de madre.
Para mi quise que fuera,
la vida un vergel florido
y estos monstuos sin entrañas
me arrancan el ser querido.

Por redimir nuestro hogar,
por hacer feliz la vida,
por educar nuestro hijo,
por combatir la mentira,
Antonia, por eso muero,
que lo sepa nuestro hijo.
Edúcalo mucho y bien,
que su fin sean mis principios."

Ya no es ayer.

La mejor aventura es esa de los años chicos, la aventura de descubrir la vida. Cuando averiguas porqué existe el ombligo. Que te gusta el pompis de las chicas y que sus pechos valen para tantas cosas ... Luego, poco a poco, desde abajo, sentado en el borde de la acera, notas que los hombres no son como creías. Que de pronto se ponen muy serios al hablar de política y dinero, que le dan una importancia incomprensible al alcalde saliente; a que levanten el empedrado de la calle; a las letras grandes del diario, a la muerte de un viejo ... a se encirre el cielo. Y que pasan ante nuestros juguetes sin mirarlos. Un mundo muy raro, que cuesta mil trabajos entender, traerlo a tu cabeza  de risas y balones, de besos a la hora de dormirte, de dulces los domingos, de películas cómicas y cantares a corro en la Glorieta. Empiezas a entender que la vida es una lata. Pero son entendimientos de segundo, pues una falda que aletea, el chiste de un amigo o no sé que empujón de la sangre en tu cabeza, te vuelven la alegría, la risa por nada y la creencia de que todo es formidable.

Francisco García Pavón

El Escritor.

El Escritor.

Fragmento de "Escribir es vivir" de José Luis Sampedro y Olga Lucas, con quienes he tomado mis últimas clases en la tranquilidad de mi casa y con la flexibilidad de mi propio horario.

     Pensemos en una forma sencilla de definir a un escritor. Podemos recurrir a varios ejemplos. Yo me inclino por aquellos que desmitifican al escritor, que lo bajan de su peana, le despojan de su aureola mágica y lo muestran como un trabajador cualquiera. El ejemplo más directo, sencillo y, a la vez, muy ilustrativo del oficio es la comparación del escritor con una vaca. Como, además, nos encontramos en un escenario geográfico en el que abundan las vacas, espero que me sigan, que puedan visualizar al escritor comparado con una vaca.

     Veamos, ¿qué hace la vaca? Ustedes imaginen la vaca en un prado, tan tranquila, detrás de una cerca mirando a la carretera. Por la carretera pasan infinitas cosas. Pasan los labradores que van a labrar los campos, pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea. Y la vaca lo mira todo. Ustedes, los que viven por aquí, se habrán fijado en los ojos de las vacas. Los ojos de las vacas son maravillosos, son un prodigio, merecen tantos madrigales como los ojos de las mujeres hermosas y no los tienen las pobres. El único poema que yo conozco sobre los ojos de una vaca es un poema de Joan Maragall, pero es un poema a una vaca ciega, de modo que no me sirve. Los ojos de las vacas son asombrosos, son grandes, tremendos, son protuverantes, casi esféricos, se salen casi de las órbitas. Además están uno a cada lado de la cabeza, con lo que tienen seguramente un campo visual, un gran angular que los humanos no tenemos. Un campo tremendo. Los ojos de la vaca son sensacionales. y ¿qué hace la vaca viendo todo aquello? Se lo zampa, lo observa todo. El escritor también. El escritor es un voyeur, confesémoslo de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente. El escritor lo ve todo, lo oye, lo huele todo - no digo que lo toca porque eso ya sería pasarme -, pero el escritor, verdaderamente es un cotilla. Volvamos a la vaca. ¿Qué pasa con ella al cabo de un rato? La vaca agacha la cabeza, arranca con sus dientes unas briznas de hierba, las mastica y se las traga. ¡Ah!, pero como ustedes saben muy bien, la vaca es un rumiante. Y, además, tiene cuatro estómagos, quién los pillara, ¿verdad?, para disfrutar más de la comida. La vaca se saca de uno de sus cuatro estómagos lo que ha tragado, lo vuelve a la boca y lo mastica de nuevo. El escritor actúa también como un rumiante: a todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y más vueltas. Yo, por ejemplo, voy por la calle, y como  el de escritor es mi oficio permanente, tengo siempre a mano mi ordenador de bolsillo.

(En este momento el profesor Sampedro saca de su bolsillo un pequeño bloc, lo agita en alto para que todo el mundo lo vea; la clase sonríe y él ironiza)

¡Indignaos!

Stéphane Hessel

"Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es un valor precioso. Cuando algo te indigna como a mi me indignó el nazismo, te conviertes en alguien militante, fuerte y comprometido. Pasas a formar parte de esa corriente de la historia, y la gran corriente debe seguir gracias a cada uno. Esa corriente tiende hacia mayor justicia, mayor libertad, pero no hacia esa libertad incontrolada del zorro en el galllinero. Esos derechos, cuyo programa recoge la Declaración Universal de 1948, son universales. Si os encontráis con alguien que no se beneficia de ellos, compadecedlo y ayudadlo a conquistarlo."

Hoy, con Blas de Otero

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

La tortuga.

Final del cuento del mismo nombre de Patricia Highsmith.

Víctor no pudo probar bocado de la cena, aunque el guiso de tortuga se serviría a la noche siguiente, y su madre no pudo obligarlo a comer, aunque lo sacudió por los hombros y lo amenazó con darle otra bofetada. No dijo una palabra. Se sentía muy distante de su madre, incluso cuando ella le gritaba en las narices. Se sentía muy raro, como esas veces cuando tenía ganas de vomitar, pero en ese momento no tenía ganas de vomitar. Cuando llegó la hora de acostarse, tuvo miedo de la oscuridad. Veía la cara de la tortuga en todas partes, con la boca abierta y los ojos desorbitados en una mirada de dolor. Víctor hubiera querido salir por la ventana y flotar, irse adonde quisiera, desaparecer y al mismo tiempo estar en todas partes. Imaginó las manos de su madre atenaceando sus hombros, si lo veía intentando salir por la ventana. Odiaba a su madre.

Se levantó y fue en silencio a la cocina. La casa estaba completamente a oscuras, pero Víctor dirigió su mano con precisión a la hilera de cuchillas y tomó con suavidad la que buscaba. Pensó en la tortuga, convertida en pedacitos, mezclada en la salsa de crema y huevo y jerez en la cacerola dentro de la heladera.

El grito de su madre pareció desgarrarle los oídos. La segunda puñalada penetró en su cuerpo y le perforó la garganta otra vez. Sólo el cansancio lo hizo detenerse y, para entonces, oyó gente afuera que trataba de abrir la puerta. Víctor se dirigió a la puerta, corrió la cadena del pasador y abrió.

Lo llevaron a un edificio enorme, lleno de enfermeras y médicos. Víctor era muy callado y hacía todo lo que le pedían y contestaba las preguntas que le hacían, pero sólo eso. Como nadie preguntó nada de la tortuga, no mencionó el tema.

Recuerdo aquel paseo ...

Un poco de nostalgia con José Corredor - Matheos

"Recuerdo aquel paseo
solitario
en que sólo el silencio
era lo que alcanzaba
a oír entre las hojas,
y podía sentirme
como un árbol,
sentirme como un pájaro.
Y recuerdo también
un único paseo
acompañado,
hace ya mucho tiempo.
No puedo recordar
quién pisaba las hojas
a mi lado."

En las orillas del Sar.

Otro de los favoritos que van en mi memoria.

Alma que vas huyendo de ti misma,
¿qué buscas, insensata, en las demás?
Si secó en ti la fuente del consuelo,
secas todas las fuentes has de hallar.
¡Que hay en el cielo estrellas todavía,
y hay en la tierra flores perfumadas!
¡Sí!... Mas no son ya aquellas
que tú amaste y te amaron, desdichada.

Las desiertas abarcas.

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

Miguel Hernández

Sin palabras, amigo, ...

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde…

Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente…

Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

José Hierro (De “Alegría” 1947)

Gracias, maestro

Me he sentado a leer tranquilamente el discurso de Vargas Llosa en la Academia. Llegué alli más preocupada por China y los efectos que el Premio Nobel de la Paz pueda tener en otros ámbitos. Me ha regalado un rato de placer y de aprender, lo propio de un maestro. Copio una cita entresacada por una aprendiz,

"... esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero".