Blogia
ponteAescribir

Opinión

Éxito

Éxito

Notas preparadas para hablar a los alumnos que finalizaron Bachillerato y Ciclo Formativo de Grado Medio en Villanueva de los Infantes, y que lo celebraban el 21 de mayo de 2015

 

Mis queridos estudiantes,

Es difícil hablar sin conoceros más allá de la información que proporcionan los listados relacionados con la gestión del instituto. Es igualmente difícil esperar que me escuchéis con atención, porque somos, pese a todo, unos desconocidos. Sabéis mi nombre y que soy “la inspectora del centro” que es casi lo mismo que una extraña. Sirva como anécdota, el comentario de una sobrina mía al hablar de mi a sus amigos: “Los inspectores de educación son solo un mito. Los maestros nos piden que nos portemos bien cuando va a venir el inspector, pero verlos, lo que se dice verlos, nadie los vio jamás”. Pues ya veis, yo soy de carne y hueso y hoy voy a hablaros.

Yo poco sé de vosotros, salvo que termináis Bachillerato o Ciclo Formativo y dejaréis el centro. No sé qué es lo que esperáis que os diga. Es relativamente fácil caer en la tentación de llenar este puñado de minutos que me corresponden con  un número de similar de generalidades sobre el esfuerzo, el éxito y el logro. Pero ya os lo habrán dicho muchas veces.

Mirando en que podíais tener en común caí en la cuenta de que la mayoría de vosotros nacisteis con Harry Potter. En 1997, cuando se publicó “Harry Potter y la piedra filosofal” yo ya era maestra. En 2008, cuando se publica la última novela “Harry Potter y las reliquias de la muerte” ni siquiera se me había pasado por la cabeza que algún día trabajaría como inspectora. Y eso es solo un ejemplo de lo que cambia una vida en unos pocos años.

Por eso hoy Harry Potter me sirve de metáfora y me tomo la libertad de utilizarlo para inspirar una pequeña lección que me vino a la cabeza al plantearme lo que podía (y quería) deciros hoy. Quizá estaréis perplejos porque ¿qué tiene que ver una inspectora en una fiesta de graduación  con el pequeño y famoso mago y con vosotros?

Me pareció sencillo. Los tres en un momento tomaron decisiones que cambiaron sus vidas. De las mías ya no hablaré más. De las de Harry Potter  me quedo con la tenacidad de entrar y vencer en el mundo de la magia dejando tras de si  la casa ordinaria y más o menos cómoda de sus tíos. Pudo no haber salido de ese mundo normal en el que, pese a la existencia de indicios de un mundo mágico, nadie miraba de frente el reto que podría llevar a Harry a conquistarlo.

Con vosotros es similar y diferente al mismo tiempo. Muchos, empezando por vuestras familias, han creído en vosotros, y no han escatimado esfuerzos para que tengáis herramientas para conquistar un mundo más completo.  En un sentido por eso estáis aquí. Igual que Harry un día abandona la casa para iniciar un camino diferente, hoy tenéis ante vosotros el final de una etapa y un nuevo mundo por conquistar. Se os plantearán muchas opciones entre las que tendréis que elegir, y en muchos casos, como Harry, la voluntad y el sentido común, serán vuestra magia. Cuando estéis en medio de alguna de las encrucijadas habrá quien os deseará suerte y os aseguro, que en más de una ocasión no sabréis si la tenéis hasta que, mirando atrás, consideréis lo que vais consiguiendo y sus efectos.

También de eso quiero hablaros, de la suerte en la vida que algunos llaman éxito. Puedo hacerlo porque hoy estamos en el mejor punto de partida; porque hoy celebramos vuestro éxito al finalizar una etapa que os confirma como adultos. Sin embargo el éxito es tan efímero que cuando apenas hayáis disfrutado de esta noche (de la cena y la fiesta más que de estas palabras), volveréis a la tensión y al riesgo de los exámenes con la intención de triunfar de nuevo en la PAEG y en la universidad, o en el trabajo. Y así, casi sin daros cuenta, iréis configurando vuestra vida, que se pasa muy rápido.

También Harry Potter buscaba, incluso sin saberlo, el éxito sobre Voldemort, que es para quienes lo vemos de lejos, el triunfo sobre el mal. Pero el pequeño mago, metido en las batallas, no puede verlo igual de claro. Así estaréis vosotros, en medio de luchas y tensiones en las que no sabréis distinguir con claridad que es lo malo o lo bueno, o incluso más difícil, lo bueno y lo mejor. Y querréis siempre resolver los conflictos de manera exitosa.

Creo que hoy, entre las palabras más repetidas os hablarán de “éxito”, tanto los que miran atrás para felicitaros como los que miran adelante para desearos suerte.  Y a mi, en mi condición no de inspectora, sino de mujer que ha tenido que salvar sus dilemas y conflictos y no siempre ha triunfado sobre ellos, no me gustaría dejaros marchar sin advertiros sobre algunos riesgos del éxito que debéis evitar; sobre modalidades de triunfo que, en ningún caso deberíais perseguir:

  • Empiezo por deciros que no deberías llamar éxito a ninguno que se construya sobre el fracaso de los otros porque no seréis más felices si no lleváis en vuestra felicidad la de quienes os rodean. No puede ser un logro el que necesita de la ruina del vecino, ni el que se asienta sobre su derrota.
  • Tampoco cedáis a renunciar, en ningún caso, a ser vosotros mismos para ser exitosos. Pocas cosas merecen más la pena que la sinceridad con uno mismo y la honradez con los demás. ¿De qué puede serviros parecer triunfadores ante otros si ante vosotros mismos, en vuestro fuero interno, tenéis que renunciar a lo que os gusta, a lo que os satisface o a lo que os haría sentiros satisfechos?
  • Debo advertiros también del riesgo de dejarse engañar por los triunfos que atienden solo a números y cifras porque la vida es más que dinero o escalones. No olvidéis lo que indican. Como vosotros mismos sois más que un expediente y arrastráis una historia la medida del éxito es más que su valor. Tened siempre presente que en las cosas que importan dos y dos no siempre suman cuatro, igual que no siempre quedan dos si de tres falta uno.
  • No permitáis que el trabajo os aburra. Para triunfar en vuestras labores, sean las que sean, tendréis que cultivar la mayor dosis posible de interés por las cosas y de curiosidad. No dejéis morir ninguna pregunta sin buscar las respuestas; y no temáis cambiarlas si la duda os muestra un camino mejor.
  • Tampoco os conforméis con la comodidad. Valorad más los triunfos que se alimentan directamente del esfuerzo que los que nacen de la casualidad o de la nada. No alcanzaréis verdadero éxito si dais lugar a la pereza; ni si dejáis que la rutina ocupe un lugar prioritario en vuestros días. Reivindico el esfuerzo, pero no me refiero solamente al esfuerzo machacón de convertir una tarea en repetitiva hasta mecanizarla. Me refiero a un esfuerzo mas sublime que implica priorizar e invertir las fuerzas, físicas, mentales o afectivas, en conseguir lo propuesto como más importante.
  • Considerad también que no es éxito del bueno el que aspira a llevar siempre razón. Aprended a reconocer errores, e incluso a desearlos, para perfeccionar vuestras propias respuestas. De la autora de Harry Potter (J.K. Rowling) yo también he aprendido que el fracaso es casi tan importante como el éxito y a no subestimarlo.
  • Pero tampoco quiero que penséis que debéis contentaros con la derrota ni ser condescendientes con la mediocridad. No es propio de valientes quedarse en las caídas sin levantarse y mirar de frente a la adversidad para vencerla.
  • Perseguid el éxito que no disfrutáis solos. Buscad la compañía de personas diversas. Huid de los aduladores. Y si tenéis que elegir, optad siempre por lo que contribuye al bienestar de todos. No podéis contentaros si lo individual se muestra superior a lo de todos.
  • No entendáis nunca el éxito como un fin en si mismo porque entonces cuando creáis haberlo alcanzado dejaréis de tenerlo. Trabajadlo más bien como un camino, como una senda permanente que no podéis abandonar; como un proceso que construís vosotros mismos y que al tiempo os moldea y os hace ser quien sois.
  • Y por último, cerrando a modo de decálogo mis consejos, cultivad los recuerdos, incluso los recuerdos inventados que guardan bien lo bueno y desechan lo malo. No incluyáis en los recuerdos útiles, nada que de lugar al resentimiento. Será en vuestras propias memorias de éxito y de fracaso en las que, en muchas ocasiones, encontraréis razones para seguir adelante,  para hacer o no hacer, y para no olvidar. Entenderéis que ni el pasado fue mejor ni lo será el futuro.

Ya veis que empezáis, como Harry Potter en el 97 una nueva carrera. Muchos hoy os felicitarán por ser quien sois y haber llegado hasta aquí que ya es un triunfo. Otros os desearán todo lo mejor para la nueva etapa que empezáis. Algunos harán ambas cosas. Yo quiero que me recordéis por advertiros que la carrera del éxito, que os deseo, no está exenta de pruebas y que esperamos que hagáis mejor lo que hemos hecho mal los que llegamos antes.

Recordad que a pesar de las luchas e intrigas que Harry Potter vivió en el mundo de la magia, nunca quiso volver a casa de sus tíos. Y tengo que deciros con certeza que no vuelve atrás el tiempo en ningún caso, y aunque en ocasiones nos de oportunidades con las que no contábamos, no permite la vida que volvamos atrás.

Que cada éxito que alcancéis (y que sean muchos) os sirva de cimiento de la siguiente etapa. Porque el fin, casi nunca es el fin, sino que muchas veces, como hoy, es tan solo el principio.

"¡Que nos quiten lo bailao!"

"La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia."
Plutarco

¿Quién no ha dicho alegremente esta expresión castellana con la satisfacción de haber sido feliz y estar preparado para asumir las consecuencias, menos felices, que puedan derivarse?

Veo los informativos y me pregunto, un día tras otro, si todos los que han sido felices con lo ajeno, lo valoran igual.  Me pregunto si los especialistas en “tarjetas opacas” de verdad pensaban, que el baile les tocaba por justicia; si nunca pensaron que bailar a costa de la inmovilidad enfermiza de la mayoría de ciudadanos, a quienes ya se habían encargado de culpabilizar por vivir dignamente, podía pasarles factura. No sé si alguna vez tuvieron la impresión de que eran ellos, y no los muchos ciudadanos honrados, quienes habían vivido por encima de sus posibilidades. Posibilidades que, dicho sea de paso, ya estaban desde el mismo punto de partida muy por encima de las posibilidades de todos los demás. Pero el cinismo de quien se ha convertido (si es que no ha sido siempre) en amigo letrado de lo ajeno, le mantiene bailando de manera indecente, como si nunca fueran a quitarle lo bailado.

Y no se han apagado las luces de una fiesta cuando el escenario nos deja entrever un nuevo show, el del blanqueo de dinero y perversión de lo público para el beneficio ilegal, ilegítimo e inmoral de algunos. Y de nuevo el baile de unos pocos se convierte en la pesadilla de los más.

El estado de shock es colectivo para una sociedad que se ha visto acusada de haber vivido en un nivel que no le correspondía; de haber entrado a un baile al que no estaba invitada. Como si tener sanidad, educación, bienestar social, cuidados paliativos, casa, y hasta vacaciones, hubiera sido un lujo transitorio e inmerecido para gran parte de los ciudadanos. Y entre tanto, de manera inmoral, quienes nos acusaban, van cayendo víctima de una epidemia más maligna que el Ébola, porque nace de la misma voluntad de las personas que se piensan más merecedoras de todo lo que se paga con dinero, que el resto de sus vecinos.  

Y quizá haya, entre los espectadores del baile de lo ajeno quien, con mitad envidia mitad resignación, se sienta a medias satisfecho por ver a los danzantes esposados, detenidos, o mendigando cantidades astronómicas para seguir bailando. Tal vez haya quien piense que han disfrutado tanto que no podrá arrancárselo o hacérselo olvidar ni siquiera el saberse descubierto y perseguido. Y de nuevo la frase, tan castellana como ambigua “¡qué les quiten lo bailao!”.

Sin embargo no es a los Rato, Blesa, Granados, Martinez Barrazón, Marjalier, Acebes, y un largo etcétera de sinvergüenzas, inmorales y sin escrúpulos a los que será difícil quitarles lo bailao, por mucho juicio interminable que soporten o por mucha indignación pública que les salga al paso.

Será al resto, espectadores de su baile, a quienes será complicado sacarnos y hacernos olvidar la escena.  Porque este baile ha sido por encima de los derechos de todos los demás, ciudadanos de a pie que apenas llegamos a entender que macabro espectáculo sucede ante nosotros y en qué hemos podido ser cómplices. El baile de unos pocos, (aunque se nos parezcan multitudes), ha pisado el deseo de todos a vivir igualmente en democracia. Han bailado de manera macabra sobre el sueño del resto de alcanzar prioridades que nos hacen ciudadanos humanos y no súbditos. Han bailado con saña sobre el derecho escrito, en leyes y en conciencias, a disfrutar de escuelas y hospitales sin excluir a nadie porque ha nacido lejos.

No sé si la justicia podrá “quitarles lo bailao” en el sentido estricto que no alcanzan a escribir estas palabras. Pero me duele más, mientras escribo, la certeza de que al resto, que miramos con estupor como engorda la lista de ladrones ilustres, si que será difícil que nos quiten el dolor de haber sido la alfombra de sus bailes.

No os olvidéis de las mujeres.

No lo digo solo porque el 11 de octubre fuera el Día Internacional de las niñas declarado por Naciones Unidas desde diciembre de 2011 con el objetivo de reconocer los derechos de las niñas y los problemas excepcionales que tienen que afrontar en todo el mundo. Lo digo porque las noticias vienen cargadas de noticias protagonizadas por mujeres y en gran parte de ellas aparecen como heroínas del siglo XXI que le ganan batallas a la vida para construir un mundo mejor.

Si no fuera por ese punto de valentía femenina Teresa Romero no se habría ofrecido para cuidar, desde su puesto de profesional de la sanidad, a un enfermo de Ébola que llega a España para morir. No lo habría hecho sabiendo que la enfermedad es altamente contagiosa y que no se conocía, como no se conoce aún, ni cura ni vacuna para afrontarla. Pero Teresa lo hizo y el riesgo anunciado pero no medido, de que el virus le alcanzara, se cumplió. Aún así, la valentía femenina de esta mujer sigue de manifiesto mientras, entre la vida y la muerte, con todos los ojos y focos pendientes de ella, lucha por sobrevivir y genera anticuerpos que dan lugar a la esperanza. Tenía que ser mujer y trabajadora para responder así.

Por contra, como en los cuentos, la vida también ha traído su antihéroe, repartido por igual entre un hombre y una mujer. Dicen que los antihéroes son personajes antisociales, desagradables, ordinarios, … que aunque realicen actos aparentemente heroicos, lo hacen con medios o con fines que no lo son. No sé si están pensando en Ana Mato o en Javier Rodríguez, pero en esto de ganar batalla al Ébola en España, ninguno de los dos por mucha cartera ministerial que usen, alcanza ni en calidad profesional, ni en aptitud humana, a Teresa.

Además los héroes no están nunca solos y junto a Teresa, sirva este escrito de homenaje silencioso a la multitud de mujeres que en África luchan contra esta peste de nuestro siglo. Merecido homenaje para ellas (y ellos) que no se dará en teatros ni auditorios, que no llevará medallas, pero que ganan cada día a fuerza de sufrir la enfermedad y lo que entraña, de combatirla en primera línea o mas allá, de cuidar y confortar sin medios, a enfermos y huérfanos. Por mantener la lucha y la esperanza cuando nadie la tiene. Nunca occidente pagará a estas mujeres y estos hombres lo que les debe.

No os olvidéis tampoco de las niñas que como Malala quieren cada día ir a la escuela. Y esta última semana, con su 11 de octubre en medio, ha tenido el honor de celebrarlo escuchando que Malala se convertía en la mujer más joven que recibe el Novel de la Paz. Heroica la joven vida de Malala enfrentada a la ignorancia con su deseo de saber, y al machismo radical de los talibanes con su sencillo ser niña camino de la escuela. Heroico su empeño en que las niñas se eduquen también en un país y en un contexto que mal usa, como seña de identidad, la exclusión y la desigualdad de las niñas y las mujeres frente a sus iguales masculinos. Por eso compartir el premio con un hombre, Kailash Satyarthi, con quien también comparte la lucha por la igualdad, no resta valor a sus hazañas; las ensalza en el terreno de la igualdad compartida, de la justicia solidaria y de la colaboración comprometida.

No alcanza al valor de esta muchacha, por erudito y ministro que sea, el que ha defendido, en el entorno nada hostil de nuestra España, la existencia de centros segregados. No importa que intente uno y mil argumentos bondadosos.  El antihéroe en la guerra por la educación universal es el ministro Wert por mucho que parezcan guerras independientes, pues donde unas victorias suponen un avance heroico hacia niveles de igualdad que parecieron ajenos, otros se encargan de garantizar el retroceso en lugares donde se dio por lograda y segura la educación de todos.  

Y con ellos, junto a Malala, en silencio, un montón de niñas y de niños en India y Pakistán, y en resto del mundo, que todavía no han visto, ni siquiera para soñarla, una escuela de cerca. A ellos igualmente nuestro homenaje silencioso en esta semana que, desde esta humilde página, hemos llamado “de las mujeres”.

Esta misma semana el Congreso de los Diputados ha hecho una declaración institucional a favor de las niñas, con la intención de llamar la atención a la comunidad internacional para que facilite el acceso de las niñas a la educación y que luchar contra las causas que hacen que las niñas estén más expuestas a distintos tipos de injusticia. Apenas se han oído los ecos del manifiesto que cito. Más aun me sorprende que apenas se han oído las voces necesarias para que esa declaración de intenciones que es un manifiesto institucional, se convierta en medidas concretas que contribuyan a que las niñas, nuestras niñas, sean menos vulnerables en todas las situaciones cotidianas que les toca vivir. Pero también aquí había heroínas discretas, casadas desde niñas, violadas, mutiladas, privadas de su infancia. Ha pasado discreta esta noticia quizá porque nuestra psicología colectiva, tan acostumbrada ya a lo dramático, no se ha despertado con las lágrimas de ninguna niña adolescente, con nombre y apellidos, obligada a casarse. Ni con la foto de ninguna niña dramáticamente privada de educación y escuela, ni con hambre, o en situación de riesgo por enfermedades que creímos erradicadas. Apenas las hemos visto pasar por el Congreso o por algún acto más, y sin embargo, merecen el respeto como vencedoras de pequeñas batallas cotidianas que llevan mucho valor y muchas ganas.

Les saldrán antihéroes en cada esquina, en su tierra y en la nuestra. Allí quizá evocando la (des)- cultura de lo que siempre ha sido. Aquí por la ignorancia del morbo y la falta de compromiso. Pero merecen, para cerrar la semana que yo he dado en llamar “de las mujeres” un lugar en el podio y todos mis respetos, porque son heroínas del siglo XXI que le ganan batallas a la vida para construir un mundo mejor.

Adiós Adolfo.

"Sin su ayuda, España no habría volado nunca ni tan alto ni tan lejos"     Adolfo Suárez Illana,  respecto de su padre, Adolfo Suárez González, el 21 de marzo de 2014

 

Cierto.

Lo reconoce alguien que, cuando el padre irrumpía en el gobierno preconstitucional, apenas contaba con ocho años de edad, que fueron algo más de diez en el momento en que se inauguró, con una mezcla de sabores y temores, el periodo constitucional que hoy disfrutamos.

Pero no es su intención hoy cuestionar las palabras del hijo, ni discutir los hechos a la historia que hoy cuentan periódicos y televisiones.

Quien escribe celebró aquellos tiempos sobre todo en el discreto contexto de su casa, y en el obligado espacio de su escuela. De ambos recuerda a un puñado de hombres y mujeres sin cuya ayuda, silenciosa y simultánea, tampoco España habría volado ni tan alto, ni tan lejos. Personas acostumbradas a vivir en privado sus ideas al tiempo que anhelaban la restauración de un régimen que había sido derrocado por un alzamiento militar, una guerra civil y muchos años de silencio. Hombres y mujeres que habían llorado con sordina sus ausencias y a sus muertos. Ciudadanos que trabajaban por un bienestar material que la historia les negaba, mientras veían como por una rendija inevitable, el extranjero como el lugar donde habitan los ricos.

Quien escribe ha oído de aquí y de allá que todo, en aquellos años en los que España levantaba el vuelo, inspiraba temor. Que se vivieron con miedo cotidiano a que el vuelo no aterrizara en el lugar deseado, a que las alas no sustentaran el peso, a que cada uno quisiera volar por si mismo, a que fuera una trampa o a que volviera el miedo. Y con una disciplina no sé si aprendida, genética, o autoimpuesta, empujaron y acompañaron el despegue. Votaron. Opinaron y hablaron. Trabajaron. Educaron. Convivieron. Soñaron. Hicieron suya una hoja de ruta que no hubieran escrito pero que asumían como la mejor posible y como la de todos.

Todos esos hombres y mujeres que no dejaron que el miedo se convirtiera en pánico fueron igualmente imprescindibles para que España llegara tan lejos y tan alto.

Hoy, cuando despedimos a Adolfo sin negarle el honor y el respeto que le otorga la historia, quien escribe comparte su homenaje por igual con un buen hombre que se ha ido y con todos los otros hombres buenos sin cuya ayuda, desde el anonimato, España no habría volado nunca ni tan alto ni tan lejos.

Derroche.

 "España es un país de derroche" Juan Roig, presidente de Mercadona en 2012

Acabo de ser consciente.

Lo intuía cuando escuchaba a un grupo de tertulianos sin habilidades para el debate atribuir todos los males de nuestros días a las políticas de derroche que nos precedieron.

Recurrí al diccionario.

Es lo justo cuando se duda sobre la distancia que media entre lo que se dice, lo que se cree que se quiere decir y lo que se entiende.

Derrochar, cuando se refiere a una persona, es la acción por la que esta malgasta su dinero o hacienda, y por extensión, puede referirse a otros bienes sean materiales o no. De ahí la segunda acepción, según a cual derrochar implica que alguien emplee excesivamente las cosas que posee, como el valor, las energías o el humor.

Pues hablemos, entonces,  de lo que yo malgasto; de lo que gasto en cosas malas o inútiles.

Desde la comodidad del sofá en que escribo puedo afirmar que derrocho vivienda, porque tengo más de la que necesito. Me bastaría con una habitación en que tener mis libros, papeles, una mesa y una cama, una fuente de calor para el invierno y algo de mobiliario para el orden.  Sin embargo tengo una casa con patios y más dormitorios de los que uso. Un derroche de espacio cuestionable en tiempo de crisis y austeridad. Y dentro de mi casa derrocho en comodidad. No me arreglo con un plato y un vaso y tengo varios. Ni con un poco de leña para calentarme y enciendo y apago la calefacción a conveniencia.

Derrocho en cuidado personal. Bastaría con ir limpia y aseada y yo me pongo cremas y perfumes y combino vestidos con zapatos y lazos. Guardo más de los que necesito y aunque no repongo cada temporada, sucumbo a una tarde de compras de cuando en cuando. 

Derrocho en medicinas y me tomo un calmante cada vez que el dolor asoma por mi casa. Podría soportarlo con mayor entereza o haberme acostumbrado a la jaqueca o a los dolores periódicos de vientre. Pero tomo calmantes con la esperanza de que alivien la pena aunque sé con certeza que no sanan.

Fijaos si derrocho, que hasta tengo un montón de lápices de colores cuando para poner palabras por escrito basta con un papel y un lapiz negro. Igual es ya derroche el querer escribirlas cuando pensarlas sea solo suficiente.

Pues si, me acuso de derroche y despilfarro. No parece imprescindible continuar la lista para probarlo.

Me impongo el veredicto: me acuso, además del derroche, de desear y hacer esfuerzos porque derrochen otros.

¿Por qué estoy en huelga hoy?

¿Por qué estoy en huelga hoy?

No lo estoy porque necesite un día de descanso, ni porque no me guste trabajar. Tampoco porque quiera que me aumenten el sueldo, ni porque confie en las iniciativas sectoriales cuando de derechos universales se trata. No voy a la huelga para llevar la contra por sistema a quienes nos gobiernan; ni por fidelidad a quienes la convocan. No lo hago porque me sobre el salario de un día, ni porque quiera contribuir a que la administración recupere fondos.

Estoy de huelga, fundamentalmente porque creo que la educación es un derecho universal que debemos proteger de decisiones mercantilistas y porque ese es el primer acuerdo que me gustaría oír de los responsables políticos. No creo en la educación universal para alimentar la carrera de la competitividad. Por el contrario, defiendo una educación universal que tenga como primer y último referente al ser humano, su felicidad y nuestra convivencia.

Por eso los discursos plagados de “aprender para alcanzar mejores empleos” o “educar para lograr una sociedad más competitiva”, tanto si son explícitos como implícitos, me repugnan.

Tampoco es esa la educación de la LOE; el modelo que sueño está muy lejos.  Pero mover más hacia el este nuestro sistema educativo en beneficio de preceptos ultraconservadores en lo moral y ultra mercantilistas en lo demás, no se me antoja la mejor solución para sus males.

Por eso estoy en huelga.

Porque quiero ese “pacto educativo” del que muchos hablan. Un pacto muy simple desde mi perspectiva: en lo formal dejar las cosas como están (también las que no me gustan), en lo cualitativo, abordar una verdadera revolución en la escuela, de métodos, de voluntades y de intereses.

O dicho de otro modo.

Estoy en huelga porque estoy dispuesta, entre muchas otras cosas, a aguantar algunas que no me gustan  como las religiones en el currículo, o los centros organizados con horarios de oficina; pero no me resigno a renunciar a una auténtica convivencia de todos en las aulas, ni a la prioridad de que todos desarrollemos todas las capacidades, incluidas las éticas y las estéticas.

De cómo decir una cosa y la contraria.

Suena, en una emisora de radio a través de  mi televisor, una vieja copla “… lo que me dicen tus ojos, me lo desmiente tu boca…”. La tarareo. No me acabo de enterar cual de los dos órganos expresivos dice amor y cual odio. Es mi sino, estar a lo mío hasta que algo, sin permiso ni licencia me trae a otra cosa.

No me preocupa quien canta, solo me ha parecido tan cierto que he sentido la tentación de cerrar los ojos y llevarme la mano a la boca para evitar tamaña contradicción. Pero como lo mío no es, en esencia, hablar de mi, la sevillana ha arrancado mi mente por peteneras, y he acabado viendo en todo y en todos, ojos y bocas que se desdicen.

Un sencillo paseo por la actualidad me trae numerosos ejemplos en los que palabras y hechos, como ojos y boca en el cantar popular, se me antojan opuestos. Pienso, por ejemplo, en la negación que supone que a una ley que recorta las prestaciones sociales se la llame, Ley de Medidas Complementarias para la Aplicación del Plan de Garantías de Servicios Sociales. Se me ocurre pensar en la bondad de lo malo cuando una de las soluciones propuestas para salvar los problemas de la economía es un “banco malo”. He asistido recientemente a alguna mesa redonda en la que, desde el inicio,  no se han permitido los diálogos entre participantes. No sé a quien llamar ojos y a quien boca, pero la confusión entre una cosa y la contraria, está servida.

“Ay cabeza, loca, …” sigue el compás, y mi neurona, alienada como la cabeza de la amada, encuentra permanentes desmentidos en situaciones y discursos recientes en mi entorno profesional. He oído que se recorta en recursos educativos para aumentar la calidad de la educación; que se segrega a alumnos por sexos o capacidades para mejorar su integración; que se evalúa el sistema educativo cuando se sobre examina a los alumnos. He oído y leído que se pretende avanzar en modelos educativos reproduciendo los del pasado o hablar, a gritos casi, de participación, mientras se niega la toma de decisiones a los ciudadanos. He oído llamar evaluación interna a la que siempre termina atribuyendo a variables externas los resultados negativos. He oído y leído tantas cosas que no sé si a las palabras les han cambiado el significado sin contar con los hablantes o si yo, en lo que a comprensión se refiere, “soy como una ola que siempre muere en la roca”.

La sevillana acaba, mis peteneras no. La locura lingüístico mental que me ha generado escuchar una canción, se me ha quedado crónica; quizá la sufriera antes sin diagnóstico. Es posible que el trastorno de amor entre el lenguaje de los ojos y el de la boca, a fuerza de cantarlo, se haya convertido en esquizofrenia genética del castellano, ¿o quizá sea a la inversa?

Posiblemente, no quede otra que la eterna contradicción. Vean si no que la sevillana que ha desencadenado el texto sonaba en una emisora de radio que yo escuchaba por mi televisor. Y es que ya no se sabe, tampoco, si radio y tele son la misma cosa, o la contraria.

 

"Me lo contó tu mirada que me querías ...pero tu boca me dijo chiquilla que no eras mia. ¡Ay, cabeza loca! lo que me dicen tus ojos me lo desmiente tu boca, y yo soy como una ola que siempre muere en las rocas".

A propósito de la dirección escolar.

Esta es solo la síntesis, os invito a leer el artículo completo en www.http://lascompetenciasbasicas.es

 

Si transcurrido el tiempo previsto como duración de cada legislatura no se convocaran elecciones, independientemente del ámbito de que se tratara, coincidiríamos en denunciar que se produce un atentado contra la democracia. Si no solo no se convocan los procesos previstos, sino que los responsables de hacerlo cambiaran las reglas del juego, la agresión contra el estado de derecho sería aun mayor. La situación descrita como hipotética se está produciendo en el marco educativo a propósito de la selección de directores de centros públicos.

Nuestro sistema educativo ha mantenido la participación como principios prioritario, si bien ha sido más fácil la conservación del principio en el marco de las declaraciones, que su concreción en la práctica, especialmente en lo referido a la organización y gobierno de los centros escolares. En este sentido, los cambios que se han producido al amparo de las leyes orgánicas que se han ido sucediendo en los últimos treinta años, han evidenciado la tensión entre elección y selección de directivos para las instituciones escolares.  El borrador propuesto por el gobierno de Castilla la Mancha, para sustituir el decreto vigente, confirma e incrementa la tendencia a favor de la selección, aunque mantiene en el discurso, especialmente en el preámbulo, el eco de la participación.

La no convocatoria de proceso de selección de directores en Castilla La Mancha en el curso 2011-12, implica el incumplimiento por la propia administración de la normativa actual que, aunque tenga intención de modificar, permanece vigente.

Las propuestas de modificación revelan, aunque no lo reconocen de manera explícita, un marcado componente ideológico priorizando las funciones de los directivos hacia actuaciones de gestión académica, de la convivencia y de los recursos, pero obviando  funciones de estímulo a la innovación y mejora.

El borrador de decreto contradice la participación que predica al reducir el peso del proyecto de dirección en el proceso selectivo, único elemento en el que es posible que  participen los representantes de la comunidad escolar. Lo hace también al reducir el número de representantes de la comunidad educativa en la comisión de selección y por el contrario, triplicar el de representantes de la administración con el consiguiente incremento de control externo al propio centro. Limita también la participación al igualar la duración del periodo de mandato de directivos seleccionados de los nombrados con carácter extraordinario.

El borrador, próximo a publicarse, pierde la ocasión de mejorar la dirección escolar (no lo hace en lo referido a su evaluación y formación) y de fomentar la autonomía de los centros. En su lugar, pone de manifiesto cierto tic autoritario del legislador, no solo en la multiplicación de la presencia de la administración en las comisiones de selección, o en el incumplimiento en el curso actual de la norma vigente, a los que ya hemos hecho referencia, sino en la intención de limitar el periodo de dirección de los directivos seleccionados como continuidad en el curso actual como si con ello pudiera borrarse cualquier indicio de que la norma que se incumple y deroga, hubiera existido.

El tema está pasando con más oscuridad mediática que otras decisiones que afectan en estos momentos al sistema educativo y que tienen la inmediatez de haberse presentado asociadas a medidas de ahorro.

Lamentablemente en todos los casos el componente ideológico es clave para deshacer un modelo educativo basado junto a la participación, en la igualdad, en el que  no se cree ni probablemente se ha creído nunca.

Ciudad Real. 7 de junio de 2012

¿Estrictamente innecesario?

¿Estrictamente innecesario?

El pasado 29 de febrero, Castilla la Mancha amanecía con la publicación en el Boletín Oficial de la Ley 1/2012, de 21 de febrero, de Medidas Complementarias para la Aplicación del Plan de Garantías de Servicios Sociales; simultáneamente, se desarrollaba una jornada de huelga de empleados públicos. Unos meses  y alguna huelga general después, algunas reflexiones parecen oportunas y casi imprescindibles.

Muchos de nosotros nos preguntamos si es el mismo castellano el que hablan los responsables políticos y el que utilizamos los demás ciudadanos. Seguramente no, a juzgar porque a todo un lote de medidas orientadas a recortar inversión pública en servicios sociales, se le llame “Plan de garantías de servicios sociales”. El castellano de la calle le ha dado un nombre más simple y más directo al llamarlo como mucho “Plan de ahorro” y para casi todos “Plan de recortes”.

Se entiende puesto que los recortes afectan precisamente a los servicios sociales que dicen garantizar y superan la ampliación del horario y la reducción del salario de los empleados públicos que parecen haber acaparado la mayor parte de la atención y de las protestas.

Entendíamos por servicios sociales básicos, como lo hace la inmensa mayoría, los servicios ofrecidos o garantizados por el Estado a todos los ciudadanos para facilitar su mayor bienestar o el máximo desarrollo de sus derechos. A la vista de la Ley 1/2012 tenemos que dudarlo pues según ésta garantizar los servicios sociales implica reducirlos.

Veamos un ejemplo a partir del artículo 25 de la citada Ley, en el que se modifica la Ley 7/2010, de 20 de julio, de Educación de Castilla-La Mancha.  Entre otras modificaciones que afectan a la gratuidad de materiales, servicio de comedor, becas o formación del profesorado, se reduce el número de potenciales beneficiarios del servicio de transporte escolar.

El apartado 2 del artículo 141 de la Ley de Educación de Castilla La Mancha, vigente hasta el pasado 1 de marzo, decía que “la prestación del servicio de transporte escolar será gratuita para el alumnado escolarizado en centros públicos que curse el segundo ciclo de la educación infantil, las enseñanzas básicas, el bachillerato y los ciclos formativos de grado medio” mientras que en el nuevo texto pasa a decir que “…será gratuita para el alumnado escolarizado en centros públicos que curse las enseñanzas básicas”. El ahorro no es solo de palabras, sino de beneficiarios del transporte que queda reducido a los diez cursos de enseñanza obligatoria, seis en primaria y cuatro en secundaria, y deja fuera  la Educación infantil y la postobligatoria. Es decir, que los alumnos que residan en localidades donde no existan enseñanzas de Educación infantil, Bachillerato o Formación Profesional no podrán acceder en igualdad de condiciones a estas enseñanzas pues la administración ha renunciado al compromiso de compensar la necesidad de desplazarse, y asumir el gasto que conlleva. Desconozco si esta administración seguirá manteniendo el objetivo europeo de aumentar hasta al menos el 95% el porcentaje de niños y niñas de entre cuatro años y la edad de comienzo de la escolaridad obligatoria, (6 años en España). En cualquier caso no asume las propuestas del Consejo de Ministros de la Unión Europea del 20 de mayo de 2011 de “implantar medidas destinadas a facilitar un acceso equitativo y generalizado a la educación infantil y a la atención a la infancia y a potenciar su calidad”.

Y como una reflexión enlaza con la siguiente, recordamos que se nos ha dicho por activa y por pasiva que estas medidas eran necesarias entre otras cosas para generar empleo. La lógica no encuentra aquí el sentido pues no parece que transportar a menos alumnos necesite de más transportistas que lo hagan, como escolarizar a menos alumnos tampoco requiere de más maestros en los centros.

Entre estos pensamientos resulta sorprendente que para la huelga convocada un mes después de que la Ley 1/2012, de 21 de febrero, de Medidas Complementarias para la Aplicación del Plan de Garantías de Servicios Sociales que recorta entre otras cosas el transporte escolar, fije para este mismo servicio el 100% como servicios mínimos. O dicho de otro modo, que mientras en un momento se puede recortar del transporte escolar porque no es prioritario, en otro se le otorga tal prioridad que mientras el país para, debe mantenerse a pleno funcionamiento. Es probable que en un día de huelga haya funcionando más transporte escolar que el que vaya a funcionar en tiempos próximos.

Por último encontramos en el primer párrafo de la Ley 1/2012, de 21 de febrero, de Medidas Complementarias para la Aplicación del Plan de Garantías de Servicios Sociales la explicación a los recortes pues dice, literalmente, que “la complicada situación por la que atravesamos obliga a renunciar a todo lo que no es estrictamente necesario”.  Desconocemos en qué medida los recortes en transporte escolar  contribuirán a reducir el déficit o a crear empleo. Desconocemos sus efectos sobre la crisis financiera y sobre los mercados. Desconocemos su valor como estímulo a la competitividad económica.

Pero sin embargo, estamos seguros de que para la actual administración educativa la igualdad de oportunidades “no es estrictamente necesaria” pues entre algunos de los recortes que asume, desde su peculiar estimación de prioridades, genera diferencias entre los ciudadanos que han nacido o viven en un entorno u otro. Lo hace sin disimulo al reducir servicios complementarios, como el transporte, porque la ausencia del servicio, o su no gratuidad, genera diferencias especialmente en el acceso en igualdad al propio sistema educativo.

 

Lleva escrito desde marzo de 2012 y guardado en mi ordenador;con tristeza lo saco hoy pues lo siento hirientemente igual de real.

 

Otra herencia.

Se han suprimido en Castilla La Mancha unos ochocientos maestros de apoyo a Educación Infantil. Ha habido también ruido sobre la eliminación de las aulas de adultos (otra centena). Dos medidas más contra el modelo educativo existente.

Se justifican estas decisiones en dos argumentos repetidos incansablemente: la “herencia recibida” y la “calidad de la enseñanza”. Ninguno de ellos explica la agresión que la educación está sufriendo. La herencia recibida, entre otras cosas y aunque implique déficit, es también la de infraestructuras modernizadas y próximas; los principios de inclusión e igualdad de oportunidades como prioridad; la innovación y formación permanentes como garantía de mejora. La calidad de la educación se merma cuando se dilapida esa parte de la herencia reduciendo la educación al modelo decimonónico de grupo de alumnos, de cualquier tamaño, a cargo de un maestro, sin más exigencias o posibilidades de mejora metodológica, innovación, formación, evaluación, trabajo en equipo, individualización, ...

Argumentan una calidad distinta a la soñada por padres y profesionales. Sus criterios, nada explícitos, se alejan de los estándares de calidad reconocidos en entornos internacionales de política educativa y en los propiamente pedagógicos.

Las últimas supresiones quizá sean eficaces para reducir el déficit, prioridad económica y presupuestaria de nuestros gobernantes; pero son absolutamente ineficaces para mejorar la calidad de la educación y conservar la herencia recibida.

Por cierto, tampoco parecen eficaces para luchar contra el desempleo.