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La reforma en femenino: Españolas de la reforma.

Si quieres leer el texto completo, ponte en contacto conmigo.

Cuando hace algo más de un mes, Luís Cano, en nombre de AMRE[1] o en el suyo propio, me invitó a participar en los actos conmemorativos del día de la Reforma de 2011 en Ciudad Real, y asumí el reto, ignoraba que reto y riesgos actúan a veces como dos caras de una misma moneda. Asumí, en un solo acto el reto del trabajo y varios riesgos. Ahora, apenas un par de días antes de hacer la exposición, estoy segura de que hay algunos riesgos que todavía desconozco, otros que guardo para mí, y varios más que me atrevo a analizar.

Citaré en primer lugar el riesgo de hablar ante un auditorio suficientemente preparado, tanto en materia histórica como espiritual. Me gusta la historia, conozco nuestra historia a grandes rasgos, pero temo cometer errores de datación o interpretación. Lo asumo porque el objetivo supera el valor histórico en sí mismo y puede ayudarnos, ayudarme a crecer. Espero que cualquier error, posible aunque involuntario, pueda ser no solo disculpado sino comentado para mejorar el contenido de este texto y la formación de quien lo escribe. Pero espero sobre todo contribuir a que todos aprendamos algo que nos sea útil en nuestra vida cotidiana.

En segundo lugar estaba el riesgo de, por el temor a equivocar el dato, perder de vista a las mujeres que pretendo presentar. La historia, como la medicina, como la educación, como las estadísticas,… se compone de personas que como nosotros hoy, vivieron, pensaron, creyeron, lucharon, … acertaron o se equivocaron, en un tiempo y un lugar que les era propio. La mujer que nos centra es María de Cazalla, de quien conservamos las actas de un proceso inquisitorial y poco más, ni un diario, ni una imagen, … Si yo misma tuviera que elegir qué quiero que de mí perdure para la historia, para que se me conozca, no escogería las actas de un juicio ni el relato del capítulo más amargo de mi vida. Sin embargo la historia es en cierta medida caprichosa y guarda vestigios involuntarios.

También he corrido el riesgo de dejarme llevar por estereotipos que aparecen y se instalan solos en el pensamiento y en el discurso. El tema podría facilitarlo; la Inquisición parece abocarnos a hablar de malos y buenos diferenciadamente en referencia a acusadores y acusados respectivamente, pero también a delatores y delatados, a mártires y confesos, … Pero la historia muestra situaciones y hechos donde los límites no están tan claros. Del mismo modo estaba el riesgo de interpretar estereotipadamente la visión de la mujer, como si solo la mujer actual pudiera ser activa, ocupada, implicada, emprendedora, …, a veces incluso como si la inteligencia o la razón, y más la femenina, fueran una conquista del siglo XXI.

Asumía igualmente el riesgo de hablar sólo como mujer, en el más limitado sentido de la palabra. No he querido, ni aquí ni nunca, tratar con mayor benevolencia a mis congéneres que al resto, como tampoco me gusta que me traten anteponiendo mi condición femenina a mi condición humana. Es parte del diseño, pero no es imprescindible que sean las mujeres las únicas que hablen de mujeres, como tampoco lo es que sean los hombres quienes hablen de hombres.

Por último, citaré el riesgo de abrir y cerrar el tema en un solo acto. Si al terminar de hablar o de escribir, ninguna pregunta, ningún comentario, o incluso ninguna discrepancia se produce, el riesgo se habrá cumplido lamentablemente. Para superarlo espero que se genere, como ha crecido en mí, alguna inquietud, interés o curiosidad por esta mujer, y por otras personas, que actuaron con valentía y con sabiduría en momentos difíciles.

En el tiempo trascurrido desde el día en que Luís Cano me invitó hasta hoy, he pensado muchas veces en la razón por la que acepté el reto y he estado también en ocasiones tentada a dejarlo. Sin embargo, aunque no haya superado los riesgos que enunciaba, aunque haya tenido que regatear minutos al tiempo y pelear con información escasa y dispersa, la experiencia de preparar el tema ha merecido la pena y debo agradecerle la ocasión que me ha brindado y lo que con ella he aprendido.



[1] Asociación Ministerial Reformada de España.

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