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El Escritor.

El Escritor.

Fragmento de "Escribir es vivir" de José Luis Sampedro y Olga Lucas, con quienes he tomado mis últimas clases en la tranquilidad de mi casa y con la flexibilidad de mi propio horario.

     Pensemos en una forma sencilla de definir a un escritor. Podemos recurrir a varios ejemplos. Yo me inclino por aquellos que desmitifican al escritor, que lo bajan de su peana, le despojan de su aureola mágica y lo muestran como un trabajador cualquiera. El ejemplo más directo, sencillo y, a la vez, muy ilustrativo del oficio es la comparación del escritor con una vaca. Como, además, nos encontramos en un escenario geográfico en el que abundan las vacas, espero que me sigan, que puedan visualizar al escritor comparado con una vaca.

     Veamos, ¿qué hace la vaca? Ustedes imaginen la vaca en un prado, tan tranquila, detrás de una cerca mirando a la carretera. Por la carretera pasan infinitas cosas. Pasan los labradores que van a labrar los campos, pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea. Y la vaca lo mira todo. Ustedes, los que viven por aquí, se habrán fijado en los ojos de las vacas. Los ojos de las vacas son maravillosos, son un prodigio, merecen tantos madrigales como los ojos de las mujeres hermosas y no los tienen las pobres. El único poema que yo conozco sobre los ojos de una vaca es un poema de Joan Maragall, pero es un poema a una vaca ciega, de modo que no me sirve. Los ojos de las vacas son asombrosos, son grandes, tremendos, son protuverantes, casi esféricos, se salen casi de las órbitas. Además están uno a cada lado de la cabeza, con lo que tienen seguramente un campo visual, un gran angular que los humanos no tenemos. Un campo tremendo. Los ojos de la vaca son sensacionales. y ¿qué hace la vaca viendo todo aquello? Se lo zampa, lo observa todo. El escritor también. El escritor es un voyeur, confesémoslo de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente. El escritor lo ve todo, lo oye, lo huele todo - no digo que lo toca porque eso ya sería pasarme -, pero el escritor, verdaderamente es un cotilla. Volvamos a la vaca. ¿Qué pasa con ella al cabo de un rato? La vaca agacha la cabeza, arranca con sus dientes unas briznas de hierba, las mastica y se las traga. ¡Ah!, pero como ustedes saben muy bien, la vaca es un rumiante. Y, además, tiene cuatro estómagos, quién los pillara, ¿verdad?, para disfrutar más de la comida. La vaca se saca de uno de sus cuatro estómagos lo que ha tragado, lo vuelve a la boca y lo mastica de nuevo. El escritor actúa también como un rumiante: a todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y más vueltas. Yo, por ejemplo, voy por la calle, y como  el de escritor es mi oficio permanente, tengo siempre a mano mi ordenador de bolsillo.

(En este momento el profesor Sampedro saca de su bolsillo un pequeño bloc, lo agita en alto para que todo el mundo lo vea; la clase sonríe y él ironiza)

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